Hace 25 años, como regalo de cumpleaños, llegó a mis manos el libro: “Amar, vivir y aprender” del pedagogo italiano Leo Buscaglia. Este libro me dio la luz, para darme cuenta de la labor que debía seguir en mi vida, independientemente del trabajo científico-periodístico que realizo a diario. Ser docente es ser el constructor de puentes, afirma Buscaglia. Puentes que los alumnos cruzan con la ayuda de sus docentes. He sido testigo de buenos profes, de maestros. En mis años como bachiller, el profesor Gilberto Iriarte fue quien abrió mis ojos por el amor al milagro de la vida, la célula, las plantas, los animales, es decir: la biología. Alexis Mora, con su peculiar estilo, incitó mi interés por entender el lenguaje de la química.
Luego empecé a conocer buenos oradores y divulgadores. El Biólogo y gran amigo Mario Fernando Chaves, fue el primero en darme los “tips” iniciales de la divulgación científica. Algunas veces, mientras estudiaba biología en la Javeriana, me escapaba de clase para poder ir a congresos, seminarios y conferencias con toda clase de médicos, biólogos, botánicos y personajes de diversas disciplinas. La interdisciplinariedad me dio las claves para crear mi propia forma de acercar la ciencia al público. En la Javeriana también conocí a Eduardo Utrera. Un profe del departamento de lingüística. Él me enseñó a escribir, a formar mis ideas, me enseñó a expresar en letras lo que yo pensaba; me enseñó a ver lo que hay detrás de una noticia. Pero hubo un personaje que me deslumbró, por su particular manera de expresarse, de comunicar, de hacer humor, de educar y hablar de temas serios y delicados, sin que sonara aburrido: Jaime Garzón. Una noche fue a la Javeriana a dar su charla sobre los temas del país a su estilo. Me di a la tarea de conocerlo. Me hice amigo de Garzón. Aprendía calladito. Lo escuchaba con mucha atención. Un gran maestro. De todos estos maestros tengo muy bellos recuerdos. Gracias.
Me gradué de biólogo y fui muy consciente de que me gustaba el periodismo científico, que fue en lo que hice mi maestría en España. Comencé a escribir en las grandes ligas. La revista The Ecologist España en Barcelona; fue mi primer trabajo como periodista científico. Era enseñar sobre los temas que me gustaban, a través de un artículo. Luego vino la radio. Y finalmente, estuve en algo que sinceramente, nunca me imaginé hace 25 años: Dar clase en una facultad de medicina. Agradezco inmensamente a los doctores Orlando Castro, Héctor Gómez (Decano) y la Dra Alejandra Salcedo (Decana) quienes confiaron en mí, para ser docente en la facultad de Medicina de la Universidad Antonio Nariño por 5 años. Allí me di el “lujo”, no solo de dar clase en medicina, sino en enfermería, odontología y la facultad de ingeniería biomédica. Dicté biología celular, dirigí el curso preuniversitario (pre-médico) y creé dos electivas para la facultad de medicina: “Internet para médicos” y “Divulgación Científica”. Me “desplayaba” hablando sobre mis temas favoritos. Entrelazaba la biología celular con el naturismo, con las medicinas alternativas, con la salud natural. Mis alumnos, ya médicos algunos, me escriben y agradecen, porque hoy comprenden y aplican muchas de mis enseñanzas. Esa es mi mayor satisfacción.
Como docente, estudiante y paciente he sido testigo de la poca realidad que hay en las aulas de clase. Se debe llegar al estudiante a través de la realidad y no solo de una información fría. Hay que darle al conocimiento su valor, su utilidad. La memoria es una herramienta para el aprendizaje, pero no lo es todo. Como lo afirma el Neurólogo Colombiano Rodolfo Llinás: "la educación debe estar basada en los procesos de pensamiento. Hay que enseñar a pensar, no a memorizar". Los alumnos, en especial los niños, no son computadores para empacar información. Son seres pensantes y sensibles. Muchas veces, negamos sus procesos de pensamiento infantiles, aniquilando la imaginación y la fantasía, que son tan indispensables en el proceso de la creatividad. La lógica matemática no se debe aplicar a todas las ciencias. El lenguaje no puede ser enseñado de memoria. La dialéctica, la tertulia, el debate, la prosa, la música y la poesía son herramientas para el aprendizaje del español, no la memoria. Por esto mismo, manejo la interdisciplinariedad. El buen docente es aquel que tiene la habilidad de enseñar con la ayuda de varias disciplinas. Un docente interdisciplinario nunca va a aburrir un alumno. Pero esto, solo se logra cuando hay amor al sembrar en el corazón de un estudiante, no importando su edad.
Los primeros 6 años del desarrollo y estimulación de un niño son los más importantes. Son la base del ser. Jugar, crear, dejarlos ser, no callarlos; reducirse al nivel del punto de vista de un niño y tirarte al suelo de la fantasía, de la creación y de la imaginación, es la mejor forma de enseñar y aprender de ellos. El cerebro de un niño no tiene prejuicios ni miedos. Por eso, enseñarle a un niño es una gran responsabilidad. Me enfurece ver como muchos padres castigan con gritos y golpes la equivocación, la imaginación y la fantasía de un niño. Pienso que un salón de clase es para tener la tranquilidad de equivocarse. No importa si es un colegio o una universidad. Las técnicas y metodologías de enseñanza, los procesos de evaluación y la pedagogía deberían estar diseñados para la no competencia, el derecho a equivocarse y, en el caso de las universidades, no graduarse solo para buscar trabajo. Se deben crear pedagogías para fomentar la solidaridad, la tolerancia, la paz, el respeto, la búsqueda de talentos y la formación para el emprendimiento (liderazgo). Existe una tarea pendiente en la educación moderna: No se educa para ser feliz, sino para tener éxito. La educación virtual, que está tan de moda, está en deuda en muchos aspectos. Los mismos alumnos afirman que la educación virtual se queda muy corta en el concepto de enseñar. Los computadores y el Internet son herramientas para llegar a fuentes de información. Pero enseñar, es mucho más profundo. Enseñar es tocar el alma, transformar al ser en mariposa.
Soy docente porque tengo en mi corazón, el compromiso de enseñar lo que mis maestros me enseñaron. Soy docente porque creo en la tradición oral de los pueblos. Porque sé que para muchos, soy testimonio de vida, llevando a otros mis experiencias para ayudar a levantar a quienes se sientan derrotados. Ser docente es sembrar una semilla, abonar un terreno. Sentir la atención y el agradecimiento de todo un auditorio, por lo que entregas con amor. Sientes paz y una felicidad que llena tu alma. Por eso soy docente. Gracias profes.
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